Cuando la confianza se pierde - UOC

Cuando la confianza se pierde: Reconstruye tu relación desde la raíz

21 de octubre de 2024

CUANDO LA CONFIANZA SE PIERDE

Si estás aquí leyendo este artículo, es posible que sientas que cuando la confianza se pierde en tu pareja, la relación tambalea. Muchas personas experimentan esta sensación tras descubrir una infidelidad o atravesar una crisis importante en la relación. Es común sentir que el «amor se rompió», que «algo se quebró» y que difícilmente podrán sanar lo que sienten o recuperar la relación tal como era antes. Si lo que buscas es comprender profundamente tus sentimientos y deseos, y encontrar una solución para reconstruir tu relación sobre bases firmes, te invitamos a seguir leyendo. Aquí descubrirás por qué has llegado a este punto y cómo construir una relación sana y saludable.

¿Por qué la confianza se pierde en una relación?

A simple vista, podríamos decir que cuando la confianza se pierde porque nos han traicionado, irrespetado o transgredido. Es común que las personas culpen a su pareja por cómo se sienten, ya que se perciben como víctimas de sus decisiones. Es decir, algunas acciones o palabras de tu pareja te lastiman o te hacen sentir mal. Sin embargo, veremos que esta interpretación es muy superficial y no brinda una claridad profunda que resulta ser necesaria para comprender, en primer lugar, por qué tu relación llega a este punto y, más importante aún, cómo superar esta crisis y evitar volverla a vivir.

 

Cuando la confianza se pierde en nuestra pareja, o que atravesamos una crisis es necesario que comprendamos la naturaleza de nuestras reacciones emocionales ante las situaciones de la vida en general. En nuestra cotidianidad, no solemos separar la situación externa de nuestra reacción emocional interna. Vivimos como si un problema laboral, económico, de salud o una traición estuviera intrínsecamente unido a nuestra postura o reacción emocional frente a ella. Es decir, solemos ver como obvio e inevitable sentirnos transgredidos (con rabia o tristeza) cuando alguien nos insulta. Pero este es el primer espejismo que debemos reconocer: la situación externa es solo un detonante o desencadenante de una reacción interna, generalmente emocional. En otras palabras, el insulto que alguien te dirige es una cosa, y tu reacción frente a ese insulto es otra cosa diferente. El primero es el detonante y el segundo es la reacción.

 

Cuándo la confianza se pierde apoyo

Es fácil reconocer esta peculiaridad cuando observamos cómo las personas en un grupo reaccionan de manera muy distinta ante una misma situación que las incluye a todas. Por ejemplo, no todos reaccionan de la misma manera ante una cucaracha en una habitación, ante un día lluvioso, frente un piropo o de cara a una crítica. Algo tan cotidiano como un día lluvioso puede detonar alegría en algunos y melancolía en otros. Si no reconocemos esta diferenciación básica entre el evento externo y nuestra reacción interna (que es siempre individual y particular así la compartamos con otras personas), no podremos comprender cómo transformar de raíz nuestras relaciones y mucho menos evitar situaciones o procesos que las deterioren.

Un día lluvioso, un piropo, una crítica o un insulto no detonan lo mismo en todas las personas, porque no son los elementos realmente determinantes. Entonces, si el evento externo no es el factor determinante, ¿qué lo es? ¿Qué sucede cuando la confianza se pierde y que determina realmente cuál será nuestra reacción emocional interna frente a las situaciones (externas) de la vida? Es esencial comprender que nuestras reacciones emocionales frente a las situaciones o dificultades externas, así como nuestros comportamientos, acciones y decisiones, no son acontecimientos aislados y aleatorios. Forman parte de patrones emocionales y patrones de comportamiento profundamente arraigados en lo que podemos denominar una «programación mental subconsciente». En otras palabras, aunque racionalmente pensemos que lo más sensato es reaccionar, hacer o decir algo frente a una situación determinada, es nuestra programación mental (que es personal) la que define la dirección de nuestras emociones y acciones. Si lo que se busca es transformar estas reacciones o acciones, es necesario abordar y eliminar de raíz la programación subconsciente que las sostiene. Es por esto que las personas a menudo encuentran dificultades al intentar modificar su comportamiento (como vicios, reacciones o hábitos), incluso si son plenamente conscientes de que sus conductas son perjudiciales. Esto se debe a que una programación mental involucra caminos neuronales profundamente arraigados que se han desarrollado a lo largo de muchos años y no son susceptibles de ser modificados solo por una reflexión o decisión superficial.

Podríamos decir que esta programación mental inconsciente está «constituida» por sistemas de creencias que han sido «programadas» en nosotros. Quizás te preguntes: ¿Cuándo o de qué manera he sido programado? El origen de nuestra programación se relaciona con lo que vivimos durante el proceso de gestación y, por supuesto, en nuestra niñez. Es determinante el modelo de relación que evidenciamos entre nuestros padres (si hubo infidelidad, violencia o ausencia de amor entre ellos), el tipo de relación que tuvimos (o tenemos) con papá y mamá, y la ausencia emocional o física de uno de ellos durante nuestra niñez, así como cualquier evento que nos haya marcado emocionalmente. Estas experiencias tempranas, entre otras, influyen profundamente en nuestra percepción de lo que es «normal», en una relación y también determinan nuestras respuestas emocionales y patrones de comportamiento en el ámbito de las relaciones personales. Con mucha frecuencia, estas programaciones inconscientes se manifiestan en nuestras relaciones adultas de maneras que no siempre comprendemos de inmediato. Hoy en día, es ampliamente reconocido que el condicionamiento social, nuestras experiencias personales y nuestro entorno determinan la «calidad» de nuestra programación mental en otras palabras de nuestras creencias.

En palabras simples, estos «sistemas de creencias» determinan lo que consideramos «irritable», «tolerable» o «deseable» en todos los niveles, y se manifiestan complejamente a través de nuestra imagen mental propia, nuestras expectativas, nuestras formas de pensar, nuestras posturas frente a la vida, nuestros deseos y anhelos y terminan por definir incluso “nuestro concepto de valía”. Es decir, esta programación termina definiendo inconscientemente que “valemos” porque somos adinerados o humildes, del Barcelona o del Real Madrid, veganos o carnívoros, conservadores o liberales, hombres o mujeres, heterosexuales, blancos o morenos, etc. Esto es fácilmente observable en nuestro día a día: cuando algunas personas se sienten incómodas, u ofendidas cuando no usamos los pronombres con los que se identifican, cuando no compartimos sus hábitos de alimentación, cuando no practicamos una religión específica, cuando no pertenecemos a cierto partido político o cuando no apoyamos a un determinado equipo de fútbol. Las creencias de una persona (que en su mayoría son inconscientes) determinan la actitud y la respuesta emocional con la que se reacciona frente a una situación externa. Es precisamente cuando una situación externa «choca» o “contradice” nuestro sistema de creencias que reaccionamos con una alta intensidad emocional.

En este contexto, podemos entender que cuando “la confianza se pierde en nuestra relación”, lo que realmente sucede es que una situación externa (actitud, decisión o palabras de nuestra pareja) choca tan fuertemente con nuestro sistema de creencias que se desmorona una «imagen mental» que teníamos de la relación o de nuestra pareja. Este golpe, por supuesto, detona muchas emociones internamente (la reacción), pero es importante reconocer que esa imagen mental era solo una creencia más, a la que quizás nos apegábamos porque inconscientemente queríamos percibir a nuestra pareja de esa forma.

Lo cierto es que las personas son como son y somos nosotros quienes, desde nuestra programación, juzgamos sus decisiones, actitudes o palabras como «buenas» o «malas». Esto no quiere decir que tengamos licencia para hacer cualquier cosa porque nada es bueno o malo, ya que, por supuesto, hay ciertas acciones, actitudes o comportamientos que no son útiles para construir relaciones saludables. Pero es vital comprender que cuando la confianza se pierde hasta el punto en que sentimos que algo se rompió definitivamente, es porque dicho evento está «lesionando» nuestra creencia o imagen de nosotros mismos y, por lo tanto, nuestro concepto (creencia) de «valía propia». Se está atacando lo que consideramos que nos da valor. Evidentemente hay una pérdida, pero lo que se pierde es tu confianza en ti mismo(a) ya que hay una pérdida de una creencia que “te daba” valor. 

El evento externo es un desencadenante, pero lo que sucede está ocurriendo internamente. Por lo tanto, el culpable no es tu pareja o la situación, sino tu programación mental que atribuye una importancia ilusoria a una forma mental (una creencia). Este es el verdadero problema, porque mientras esperes que las personas o las situaciones se ajusten a tus esquemas o creencias mentales, vivirás dependiendo de lo externo. No hay mejor cóctel para deteriorar una relación que la inconsciencia y la dependencia emocional.

¿Es posible recuperar la confianza perdida?

Si buscas recuperar la confianza, perdonar y superar una infidelidad o crisis, y además reconstruir una relación sana donde esto no vuelva a ocurrir, es crucial que comprendas dos cosas. En primer lugar, que los sucesos de esta naturaleza detonaron emociones intensas que (de no tratarse adecuadamente), generarán heridas profundas que tendrán efectos inconscientes en tu relación o en relaciones futuras. Así mismo, intentar perdonar una infidelidad sin sanar estas heridas y optar por «olvidar el pasado» socavará la confianza mutua, lo que resultará en una nueva fuente de conflictos que seguirá deteriorando la relación. Hacer esto sería el equivalente emocional a tratar de seguir jugando futbol después de haberse tronchado el tobillo, lo único que resultará de ello es lastimarse aún más.

En segundo lugar, es crucial comprender que una infidelidad o una crisis no surge de la noche a la mañana; más bien, es el resultado de un largo proceso que ha socavado la relación durante un período considerable. Sea que te hayas percatado de las señales tempranas o no, es esencial abordar las causas desde su raíz para que no se vuelva a repetir. Quizás pienses que tu pareja (la que “te trasgredió”) es quien deba hacer dicho trabajo, pero lo cierto es que también es vital que identifiques de qué modo (inconsciente en la mayoría de los casos) pudiste haber “contribuido” (por acción o por omisión, directa o indirectamente) a crear el ambiente propicio para una infidelidad. De igual forma es vital que tu pareja descubra y transforme las raíces emocionales que lo llevaron a tomar las actitudes o decisiones que lo llevaron a engañarte.

 

Descubrir y sanar las raíces subconscientes implica encontrar “la programación mental” que sostiene los patrones emocionales y de comportamiento que los llevaron inconscientemente a deteriorar la relación. Esto es lograble por medio de una terapia especializada como la de University Of Consciousness donde lograrán revelar la verdadera profundidad del asunto y te apoyarán a llegar a claridades, a sanar las heridas emocionales, recuperar tu confianza, hacer resurgir tu tranquilidad y a solucionar (de raíz) los problemas que decantaron en la crisis que hoy vives.

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